Caminamos aproximadamente 3 cuadras y volteando a la izquierda, en una esquina me encuentro con una casa llena de retazos. Mis ojos se llenaron de lágrimas, ya que esto me recordó a mi abuela y generó sentimientos encontrados
Agujas y retazos
“Esta casa tan particular es propiedad de doña Edelfina Ortega y sus colchas hechas de retazos de tela. Con 103 años de vida ha dejado el legado familiar de la costura y el arte que con amor sale de sus manos” mencionó el guía. ¡Lo sabía! Esto tenía que ser de una típica abuela. Desde 1945 salía a recorrer las calles del pueblo para ofrecerlas, y después de un tiempo los clientes llegaban a tocar la puerta de su casa para comprarlas. Con su sonrisa y alegría tejía símbolos de unidad que ahora son leyenda.
Al salir de allí quería más y más de lo que tiene este pueblo para ofrecerme, así que impulso al guía para que me lleve a más casas sin importar tiempo y clima.​
“Ahora sí, pónganse los cinturones, porque está próxima estación les costará 20 minutos de caminata” fueron las palabras siguientes de nuestro líder, y a mi, no me importó, estaba dispuesta a todo.
A-botonado
Luego de los mencionados veinte minutos me encuentro con unos botones gigantes, los más grandes que he visto en mi vida y un hombre de una estatura alta y un pelo largo voleando su mano desde que nos ve llegando a la mitad de la cuadra. “Me presento señorita, soy Anselmo Segundo Badel Acosta, pero tranquila, me puedes decir el viejo de los botones” Su energía era única y su historia aún más. A sus 58 años y de manera empírica se ha dedicado al diseño y la confección, de él brota el oficio de convertir un pedacito de tela en arte para vestir, es por esto, que la mayoría de los betulianos van hasta su casa para adquirir alguna de sus prendas, mucho más en las épocas festivas del pueblo, donde la gente muere por estrenar.
Claramente al salir de allí le hice un breve encargo a don Anselmo, quería llevar parte de su historia a mi casa. “Dale niña, tranquila, ve a la casa de los pescados, come rico y vienes por tu encargo” esas fueron las palabras de despedida del señor de los botones.
Pare y coma
¿Pescados? ya me imaginaba la fachada de esta casa mientras caminábamos a las afueras de Betulia. Pronto llegamos a la casa de Ana del Carmen Ortega Montes, quien con 72 años se dedica a la venta de yuca, pescado y productos típicos de la región, para su sustento y el de su familia, siempre con una sonrisa logra cautivar el corazón de las personas que se acercan a degustar sus preparaciones y tal como lo dice ella, “vendo de todo lo que me de billete”. Allí nos quedamos más o menos 2 horas y me comí un delicioso pescado y una galleta de soda. El amor que transmite doña Ana es indescriptible, llegar a este lugar me hizo sentir en casa, como si nos conocieramos de toda la vida.
“Por qué no has venido, llevo horas esperando a mi invitada” mi guía recibió una llamada de un hombre con un tremendo acento costeño, se escuchaba un poco ansioso “Si Arandú, ya vamos para allá, no seas tan afanoso”. Dijo Jose Mario volteando sus ojos y procedió a decirme que nos fuéramos rápido.
El príncipe de la selva
Al llegar me lo imaginaba como el príncipe de las radionovelas, lo único que puedo decirles es que de parecidos solo tienen el nombre.
Udaldo Lázaro Tovar, más conocido como Arandú, quien apodado de esta manera es coronado como uno de los más alegres personajes, de esquina en esquina se la pasa saludando y sacando sonrisas a las personas con las que se encuentra. Entre la venta de ñame y patilla o mejor dicho, sandía, transcurre su vida. Ya entendía porque su casa es de pieles de animales, no contuve la risa por la creatividad y originalidad de estas personas. Pero aún más chistoso todo lo que decía, en esta casa solo se viven risas y momentos alegres. Este príncipe nos despidió pronto porque debía ir por sus “encarguitos” no nos mencionó más.
Y hasta aquí llegó, el fin del recorrido por estas calles y el inicio de un proyecto que llena almas, transforma mundos y genera esperanzas tanto para los que viven acá como para los que vienen de otras regiones del país. Hay sentimientos encontrados en mí, no quiero irme, quiero conocer, dar de lo que sé, poner mi grano de arena, porque sin duda alguna esto es de todos, al llegar acá me hicieron partícipe de colores, historias, mundos y sueños.